de escondrijos ajenos
a las miradas que no lanzas a las esquinas
allí habitan ejércitos de duda
visiones prisioneras que omites con descuido o a propósito
miríadas de cuervos extrañados por la espera
sus silencios te descarnan
mientras continúas con tu nada procaz rutina
el tiempo se agota sordo igualmente
sordo o ciego a la llamada
se aprietan tus manos en escenarios de minucia
al atardecer vuelves caminando de espaldas
mientras se esfuman los bosques en ti